El autor nos presenta en sus Estampas algunos oficios (el zapatero, el hojalatero, el trillero entre otros muchos), como lo hacen todavía los azulejeros de Manises, Talavera o Sevilla, perpetuadores del trabajo de los gremios; o aquellos almanaques, aleluyas y “aucas” de oficios que se regalaban por Navidad o Pascua Florida. Pero en este costumbrismo de las Estampas, siempre hay un personaje detrás del oficio, que convierte su quehacer de maestro en gesta cotidiana, contemplada por el narrador con la admiración que procede de la mirada infantil adoptada como punto de vista, más la compasión aportada por el sentimiento de nostalgia.
Ámbitos, oficios, personajes, faenas de temporada, costumbres de su tierra natal, Salvadiós, en Ávila, quedan iluminados con la luz de una prosa que nos reconcilia con el mejor castellano clásico moderno, gracias, también a un caudal léxico que se nos antoja inagotable.
El autor
Carlos Sánchez Pinto (Salvadiós, Ávila), de profesión Perito Industrial, ganó en 1976 el Premio Primavera, del Certamen Nacional de Poesía de Granada. Sin embargo, su más extensa producción literaria se sitúa en la narrativa. Se dio a conocer en 1978, con el Premio Ateneo Ciudad de Valladolid, con su novela Nonato, música de rabel (Edival Ediciones). Desde entonces, una larga producción literaria y más de una treintena de galardones, entre los que merecen destacarse el Ciudad de Salamanca, en 1999, por El mundo por un agujero (Ediciones Algaida), y el Ciudad de Badajoz en 2005, por Maderas de Oriente (Ediciones Algaida), avalan la excelencia de su prosa y la abundancia de su producción literaria. Como cuentista también ha sido merecedor de más de veinte lauros, entre los que destacan: el Hucha de Plata (1980, 1986, 1992 y 1993), el Ignacio Aldecoa (1980 y 1984), Premio Internacional Miguel de Unamuno (1985), y el Gabriel Miró (1988), entre otros. Su extensa actividad como escritor puede consultarse en:
http://www.carlossanchezpinto.es/carlossanchezpinto.es/Inicio.html