«Es el hombre camino y es frontera, territorio fronterizo. Linda con su propio ser y linda con los otros. Su punto álgido es el amor, como lo es en la vida el esplendor de la primavera. Esa cercanía mágica con el otro, que ha sido motivo maravilloso de inspiración, cantada por los poetas, y objeto de sistemáticas y códigos, y para cuyos usos y costumbres la sociedad lo ha reglado y normalizado. La vida del hombre es camino, camino que ha de hacerse; es misterio, sueño, tiempo… Y es que el hombre, como pensaba Novalis, es metáfora. Borges dijo que el hombre está hecho de sueño y de tiempo. La vida del hombre es río, río navegable, que desemboca en el mar, donde muere. La muerte es el reverso del amor y es su complementario. Tiempo, amor y muerte. Y si el hombre es camino fronterizo, la poesía franquea estas fronteras, las recorre, las habita. La frontera del amor, en su cercanía cautivadora con el otro, y en el lugar habitado y habitable que son las ciudades; la frontera con el tiempo en el río navegable que es la vida; y la frontera con la muerte, esa frontera infernal, esa ausencia sin nombre, que da razón de ser a la vida y le infunde todo el sentimiento trágica y la aureola dorada de nostalgia y de melancolía.»
Dónde la muerte en Ámsterdam
Anterior