Una larga narración ambientada en la sierra turolense abre este libro: «El espíritu del frío» alude a la desolación que la violencia ha vertido sobre aquel hermoso lugar, convertido en escenario de los residuos crueles de una guerra fratricida. El protagonista es un humilde pastor que nada sabe de ideologías, aunque siente en lo más hondo de su alma el valor emocional del ser humano, al tiempo que deplora en silencio las terribles consecuencias de los hechos violentos.
Las partes segunda y tercera de este volumen de relatos reúnen pequeñas variaciones de corte vario, incluyendo un pequeño homenaje a Julio Cortázar en «Camino tomado» y un cuento sencillo, «La mascota nocturna», inspirado en la sinceridad inocente de la infancia. El libro se completa con «Dos rarezas de ayer», un apéndice que contiene dos inquietantes narraciones, con la Inquisición y su locura cruel como horizonte de la primera de ellas y, en la siguiente, el extraño deseo individual de buscar y transgredir la última y definitiva frontera sin temor a las consecuencias. Como dice Juan Bolea en el prólogo, «La poesía y, por ende, la prosa poética, le es, ha sido siempre consustancial a Verón, quizá su fuente primigenia a la hora de encontrar los manantiales de inspiración más próximos, su más rápida y urgente vía de comunicación con la musa y con esa voz que unas veces llamamos interior, conciencia, yo y otras, simplemente, narración, coralidad, generación, destino…».
El espíritu del frío
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